OPINIÓN





SOCIEDAD
Adiós polémico ´diablo rojo´
Por: Ricaurter Paz 

El gobierno de Ricardo Martinelli eliminó los “diablos rojos”, para adoptar el transporte colombiano “Metro Bus”, pero ojalá que no se repita la historia de los autobuses llamados Cutsa.
Los parroquianos que viajaban con frecuencia y conocían bien a los diablos rojos (que recorrían las calles de la ciudad de Panamá 24 horas al día), pueden hablar de lo positivo y lo negativo de este transporte urbano-colectivo, que generó muchas controversias. El “diablo rojo” nace en la década de 1970. Era un autobús que viajaba a altas velocidades por todas las carreteras de la ciudad capital, generalmente haciendo carrera con otros. Algunos conductores eran irresponsables y no respetaban a nadie; iban acompañados con el conocido “pavo” (fiel amigo), personaje polémico que se la pasaba vociferando todo el día las diferentes rutas que recorría. A ellos nunca les interesó seguir estudios, su sueño era manejar uno de esos vehículos.
Los conductores decían que la velocidad a la que andaban era para que los parroquianos (clientes) pudieran llegar a tiempo a su destino de trabajo y hogar. Ellos pasarán a la historia y serán recordados como los máximos exponentes de la velocidad en las carreteras panameñas y los causantes de mucha gente lisiada.
Este transporte de lata fuerte, que aguantaba cualquier choque, sobrevivió a muchos desmanes. Los pasajeros tenían que prepararse, físicamente, para no sufrir del corazón o de migrañas por el escándalo de la música reggae; tenían que jugar vivo con los carteristas, aguantar a los borrachos impertinentes y prepararse para cualquier riña que se produjera.
Originalmente eran buses colegiales, con ocho o más años de servicio, que habían sido sacados de circulación en Estados Unidos y se remataban por paquetes en ciudades como Detroit, Indiana, Nueva York, etc. Los empresarios panameños los compraban y los transformaban para que sirvieran al transporte local de pasajeros y los revendían a los sindicatos.
Quedarán muchos recuerdos, entre ellos, la riqueza de los colores y el arte popular plasmado en sus carrocerías; no se escuchará más ese escándalo de la música ni el grito empalagoso del “pavo” ni frases como: “sí hay caballeros, lo que no hay son asientos”. También diversas expresiones artísticas, versos de salsa sensual, pregones escritos con faltas ortográficas, grafitis estudiantiles, los famosos flecos que decoraban retrovisores, espejos y hasta la palanca de cambio rematada con una bola de billar. Para muchos panameños todo esto era parte de la cultura popular y un gran atractivo para los extranjeros que nos visitaban.
Panamá ha tenido variedad de vehículos que han servido al transporte colectivo, entre ellos las “tortuguitas” (buses de General Motors Company, con capacidad para 16 personas) que desde 1949 recorrían las rutas Plaza 5 de Mayo, Corozal, Balboa, Diablo y Río Abajo. Otros, que operaban en la ruta de San Francisco y el Hospital Santo Tomás, eran las conocidas “Chivitas”, con asientos de madera a lo largo, de forma que los pasajeros iban sentados, frente a frente.
Posteriormente, empezaron a operar los Cutsa, que llegaron a principios de 1972, año en que el “proceso revolucionario” estaba en su apogeo. El general Omar Torrijos Herrera los adquirió en España, eran los famosos Pegaso, y fueron distribuidos a la Corporación Única de Transporte. Eran muy parecidos a los actuales metrobuses, pero sin aire acondicionado y con asientos tan duros, que causaban dolor en la espalda, igual que los actuales.
Esperamos que el Metro Bus no corra con la misma suerte e historia de los Cutsa, que poco a poco fueron abandonados en un cementerio de chatarras de esa empresa, en Las Mañanitas. Entonces, el Gobierno de turno tuvo que enfrentar la deuda que dejó el fracaso de ese modo de transporte. ¡Ojalá que no se repita esta historia!


           ________________________________________________________


‘Mi Bus y Sonda acaban con nuestra vida’
Por: Ricaurter Paz

Desde que empezó el gobierno de los “locos” tuve el presentimiento de que nos esperaban días duros, pues se trataba de un gobierno con elementos de ascendencia extranjera, a los que no les interesa con la cultura e idiosincrasia de los panameños (hay ciudadanos que venden al país por cualquier migaja).

Cuando el presidente Ricardo Martinelli llegó al poder, en 2009, definió el transporte público de Panamá como “anacrónico, obsoleto y altamente peligroso” y, para cambiarlo, apostó por uno masivo, denominado Metro Bus, y la construcción de la primera línea del Metro en la ciudad capital. También sostuvo que la idea de que su propuesta era el desplazamiento rápido, para no perder años de vida y disfrutar con la familia.

Señor presidente, antes nos levantábamos a las 5:00 a.m. y dormíamos seis horas, hoy dormimos tres horas porque nos levantamos a las 3:00 a.m. para poder llegar temprano al trabajo y evitar descuentos por tardanza. El Metro Bus llega cuando le da la gana a las paradas. La vida se nos disipa, porque madrugamos más que nunca. Tiene a un país en tensión. No vemos a nuestros hijos. Salimos de madrugada y regresamos de noche. Estamos perdiendo el razonamiento al punto de que nos agarramos a puños –hombres y mujeres–. Los estudiantes de todos los niveles llegan, con sueño y agotados, a sus centros educativos.

A las empresas Mi Bus y Sonda no les interesa con los panameños; cualquier día se largará para su país y nos dejará embarcados. Tenían que haber consultado con los creadores del sistema de piquera que existía, y reemplazar la cantidad de Diablos Rojos por igual número de unidades del Metro Bus; no improvisar ni hacer locuras.

Las piqueras de los “Diablos rojos” estaban organizadas, cada una tenía buses permanentes, y cada ruta, una cantidad estipulada. Se controlaba la hora de llegada y salida, los conductores permanecían en sus piqueras y no estaban moviéndose de un lugar a otro. Estos salían cada 5 o 10 minutos y podrían trasportar a 60 pasajeros sentados y a 30 parados (90 en total).

Esperamos que el Metro Bus no corra la misma suerte e historia de los buses Cutsa que, poco a poco, fueron abandonados en un cementerio de chatarras en Las Mañanitas. Entonces, el Gobierno de turno tuvo que enfrentar la deuda que dejó el fracaso de ese modo de transporte. ¡Ojalá que no se repita esta historia!

¡Ni colombianos ni argentinos ni griegos y mucho menos esos que van a programas de TV a improvisar ideas que no tienen sentido e inventar sin conocimiento alguno sobre este tema! El día que vivan este calvario se mueren, porque están acostumbrados a viajar en lujosos autos. Los parroquianos que sí lo vivimos podemos opinar, con base y autoridad. ¡Que Dios mantenga este país con vivacidad siempre!

     _______________________________________________________


No hay comentarios: